Hoy en Lobato en compañía, 8tv Jerez, José Manuel Ríos Corbacho

Hoy programa de charla amena, entrevista dinámica, como si fuera un avance de jugada futbolística que acabara en chilena acrobática, con el balón en el fondo de la red.

Porque este doctor en Derecho, José Manuel Ríos Corbacho, es además un verdadero y versado constructor de doctrina legal. Y hablamos de la violencia en el deporte, y hablamos también del machismo en el deporte, y de la ley orgánica 1 de 2015, sobre la modificación del código penal y la tipificación como delito del maltrato animal.

Porque así es Jose Manuel, diverso, ágil, poliedrico y apasionado con sus casos y cosas, investigaciones , docencia y creación de sinergias en sus ámbitos divulgativos y docentes.

Para finalizar, un poco de don Quijote, con el capítulo xx de la primera parte, en la que «los batanes»hacen de la literatura, la aventura y el talento, toda una magia cervantina.

¿ Qué nos pasa ?…y algo de Camarón al fondo

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Porque si echamos la vista atrás, Sanlúcar, y Andalucía, fueron siempre tierras de manos tendidas, acogedoras, mansamente abiertas a lo diferente, a la integración, a la concordia.

Aquí, en esta tierra bajo el Sol, discurrieron tiempos espléndidos, cercanos a la Arcadia Feliz, florecidos bajo el reinado de las letras, de las ciencias, de las artes, de lo cordial y puramente humano, de arriba abajo, desde el astrónomo que observaba las estrellas al sencillo labrador de navazos y pegujales, desde la alta sapiencia de Maimónides hasta el humilde artesano del cuero, la teja o la madera.

Tres culturas, tres maneras de ver y entender la existencia, esta vida y la otra convivieron hermandas en el mutuo respeto, en el quehacer común. Fue entonces cuando Al-Andalus ostentó la capitalidad cultural del mundo conocido.

Después vino el desencuentro, también es verdad, pero preciso será orillar lo negativo para centrarnos exclusivamente en cuanto tuvo de positivo, en los impagables frutos derivados de aquel ecumenismo andaluz, de aquellas universidades que apuntaban precisamente a eso, a la universalidad del hombre, a la unidad de destino de la especie humana, sistemáticamente tentada por el egoismo, la intolerancia y el rechazo.

Ya lo sabemos, nos lo han dicho cientos de veces…» El distintivo de la sabiduría es la tolerancia y el acuerdo«. Y así, sabemos también que cuanto más pequeña es la esfera de acción de un individuo, su campo de juego, más intolerante y rígido se muestra.

Vamos, que por llegar a conclusión llana y directa, el asunto está en aceptar a los demás tal cual son, no como quisiéramos que fuesen, porque probablemente, ni tan siquiera nosotros somos como nos gustaría ser.

Sí, seamos tolerantes, negociadores con el prójimo, con nuestros paisanos, entre gaditanos, sevillano a sevillano, desde Huelva hasta Almería, aprendiendo de poses malagueñas, abriéndonos entre cordobeses y granadinos por tierras de Jaén. Porque de la asunción de nuestras propias flaquezas, incluidas las políticas, llegaremos a ejercer la verdadera democracia en esa pura comprensión de la razón de las cosas universales de la Andalucía.

Y si dudásemos, vacilásemos, por algunos momentos, al menos tengamos la sospecha de que las cosas no siempre son como aparentan y que no siempre todos los demás están equivocados, porque esta mirada egoísta nuestra nos está llevando a trenes descarrilados, a vías muertas, a paisajes desiertos…

Porque este enfrentamiento continuo, la iracundia permanente y la excitación diaria nos lleva, paso a paso, al despropósito irredimible.

Ejerzamos la tolerancia y el acuerdo desde cada rincón de esta Andalucía, desde Bonanza a Montijo, desde la Algaida hasta la Puerta de Jerez, como mandamiento inexcusable, entre otras razones porque, hay coronarias, hígados y duodenos que ya no aguantan más, y caballeros son estos que mucho se holgan con la templanza y el sosiego. Y hasta puede que, a la larga, nos lo agradezcan también nuestros bolsillos porque los buenos modales y las llanas maneras siempre fueron rentables.

Y como dijo el poeta…

¿ Tu verdad ?. No, la verdad;

vemte conmigo a buscarla,

la tuya, guárdatela.

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De libro en libro

«De libro en libro», es…como decirles… mirar de rama en rama, palabra tras palabra…pasear de canción en canción.

Quiero hoy volver a incentivarles, y motivarnos todos, para leer,  seguir leyendo, día a día, cada día en nuestro castellano…

En nuestras palabras de siempre, y con nuestros escritores de siempre, también.

Vivir  De libro en libro es…como un paseo por el parque de María Luisa, o por La Calzada, con un mundo abierto, universo desparramado…

Entre las manos, o como una parada en el camino, también con una palabra bien escogida…entre los dedos…

Y hoy andaremos de libro en libro con..Cien años de soledad…que fuera como…una cajita de música llena de las palabras justas, en el orden justo y con los matices justos…una música del lenguaje castellano que García Márquez, Gabo,  hila, trenza y dibuja como una verdadera sinfonía de palabras…. Empecemos…

https://www.youtube.com/watch?v=ACiVqQCvgSs

 

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Cuando había tren

– Leopoldo, ponme un vasito fresquito –
Aquello significaba el preventivo refrigerio para el caluroso trayecto entre Salmedina y Rota. Luego, despacito y refrescados con el agua los viajeros recorrían el sendero hasta la estación, hasta el anden donde aquellos bancos de madera se protegían del verano bajo las jacarandas y los sauces.
Los viajeros tomaban su tren y nosotros teníamos que volver andando hasta San Jacinto, junto al camino del Carmen. Las traviesas de madera oscura se asentaban dominantes entre las piedras ariscas y mordientes de cantos finos y poliédricos, de colores grisáceos y azulados. Hacíamos carreras acompasando nuestras zancadas justo al apoyo en las traviesas de madera. Alguno de nosotros lograba acomodar cada paso a aquella distancia tan mágica y regular entre ellas ,y los que no, habíamos de contar con la correspondiente torcedura de tobillos si después de tanta correteo agotábamos nuestra carrera entre los pedruscos de la vía.

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La Bodega

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Siempre me ocurre igual, entro en la bodega, en bodega como esta, con cierta reverencia, intimidado por extraños pudores, como atenazado por el respeto. Sospecho que estas bodegas de mi tierra suponen, ante todo, la estética del silencio, la penumbra exacta y el cabal aroma del silencio, la justa y templada armonía arquitectónica del silencio, y hasta llego a creer que el silencio floral y majestuoso huele a vino viejo y tiene el color del roble antiguo.

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El caso es que uno, inconscientemente, asume esa estética solemne y la afronta siempre con un cierto talante subreptício, con cierta indefinible sensación de intrusismo, apenas sin voz y respetuosas las pisadas, como si temiera la profanación inevitable de resplandores dormidos y músicas insólitas, escondidas nadie sabe donde.

Lo pensaba esta mañana cuando entraba en la bodega de mi amigo, más bien chica, semejante a capilla o iglesia pequeña, que esa es su planta, crujía y naves laterales, doble hilera de columnas arcaucionadas, techumbre alta a dos aguas sostenidas por vigas y alfajías de madera, portatabla de madera y tejas morunas. Ventanitas casi pegadas al techo abiertas a los almizcates y celadas por esterones de esparto. Suelo terrizo bien apisonado, acaso humedecido por sudaderos recónditos nunca descubiertos. El patio anterior es como una joya en gris y verde que sugiere atardeceres veraniegos bajo el emparrado.

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-Pues esta es mi bodeguita.
Ya estábamos dentro. He contado de refilón hasta seis piernas de tres andanas y mi amigo nos explicaba que con esta bodeguita, hace cuarenta años, vivía a lo grande cualquier casa de familia y, lo que son las cosas, hoy tiene uno que vivir para la bodega, mantenerla por querencia y capricho.
– Pues tajo adelante, vamos a probar este vinito. Y éste….

La venencia vierte sobre los catavinos chorrillos del color de las espigas olorosos a almendras amargas. Mi amigo agita por la peana y aspira, como en éxtasis. Al final, lo roza con los labios, cierra los ojos, paladea y retorna perezosamente al mundo:

-Fíjate que abocaito. Una gloria. Y en el brillo. Son como descubrimientos luminosos entre andanas sombrías.

El vino tiene su tipología, como una fauna exótica, impensable y viva. Vinos gordos, finos, rayados, nubosos, de tercera, de segunda, de abajo, amanzanillados, olorosos, remontados, con flor y con madre, qué sé yo. Crece solo, como los caballos, pero hay que domarlo, hay que educarlo.

-Tiene su escuela, la solera, pero a veces se tuerce como un potro resabiado, y para eso está uno, el ojo al acecho. Sí, los vinos son como las personas, así, crecen, engordan, languidecen, degeneran, enferman, sanan, adelgazan, se alegran y se entristecen, ya te digo, lo mismito que las personas. El mosto es tal un parvulito que empezara a estudiar, por ejemplo, y al cabo de cuatro años es como si rematara el bachillerato curso a curso, quiero decir graduado en fino o manzanilla. Luego, sigue corriendo clases y se licencia en oloroso. Si lo dejas seguir se doctora en amontillado. Cuestión, lo primero, de que las clases sean como deben ser, esa es la base. En principio, de buenas soleras y botas bien encascadas, vinos buenos, lo primero es lo primero.

-Pero, escúchame, esta bodeguita, con guitarra y cante, será como el sueño de una noche de verano. Y también para pensar. Si acaso, pa hablar en medios tonos.

-Mira, cuando entro aquí, me siento medio cartujo. Como si uno se quedara fuera del tiempo, más allá del espacio, por encima del mundo y hablara por teléfono con el paraíso.

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